Cabalgata sexual

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Anoche regresaba de casa de Fabián. El muy cabrón siempre se hace el loco a la hora de pagar y aún no me había devuelto los 30 € de Nochevieja por el pago de cierta sustancia de color blanco. Después de muchos tiros y aflojas conseguí la gallina . Cuando ya llegaba a casa me encontré, de lleno, con la cabalgata, de hecho tenía la calle que daba acceso a mis 112 metros útiles cortada y repleta de miles de niños y no tan niños esperando la llegada de los Reyes Majos. Digo lo de majos porque, como el Papa, no dejan de saludar a los viandantes . Yo les llamaría los Reyes Campechanos. Como soy muy de dulce decidí “pillar sitio” en las primeras filas y para ello tiré de amagos y fintas, sorteando obstáculos en forma de personas de todas las alturas y tamaños. Tiré de estrategia haciendo el viejo truco de hacer como que hablas con alguien de la primera fila y así es como llegué a la Pole Position.

Me encorvé un poco para disimular mis 187 centímetros de alzada e incluso interactuaba con los niños de mi vera, con el fin de parecer un tio o primo lejano. Todo iba bien hasta que un hombre cuarentón, calvo, gordo y presumiblemente adinerado se dirigió a mi de forma abrupta:

 - ¡¡ Esto es para niños imbécil!!! Mientras me intentaba apartar con el brazo.

 Me giré y lo vi acompañado de una latina de color, de color negro mierda huehuehuehue, de curvas impresionantes y una carita de ángel. Junto a ellos un nene, café con leche, que confirmaba que el gordo troll había lefado el coño de esa diosa de ébano.

 - ¿Qué? ¿Qué problema tienes? Me volvió a espetar el hombre ante mi total ignorancia.
 - El problema lo tienes tu y no es precisamente que no podáis ver la Cabalgata. Le dije mientras me acercaba a su oreja, desde donde ondeaban varios pelos duros como estacas.

Me fui con fina indiferencia para no provocar al pureta y me desplacé varios metros. Esta vez no quería lios con los vecinos por lo que me situé justo al lado de una madre y su hijo. ¿Sería soltera o tendría al marido trabajando o en la barra del bar?. Una de estas situaciones es lugar idóneo para ligar, especialmente con madres solteras, que ven a familias felices disfrutando de tal evento. La mujer, envidiosa por naturaleza, es de culo veo culo quiero. Ya os diréis dando cuenta de ello. Ella estaba de muy buen ver. Llevaba un vestido de lana de color gris y unos leggins negros para protegerse del frío. Le eché unos 28 años, blanca de piel, ojos grandes y pelo largo, ondulado y limpio. Era bajita, delgada y destacaba por tener unos buenos melones de huerta, que llamaban la atención del populacho. Quizás no eran muy grandes, pero si que estaban bien puestos y redonditos. Por su parte, su retoño tenía un rostro que desprendía buen rollo.

Estaba completamente ilusionando viendo el trasiego de las carrozas y comparsas con los ojos iluminados y una sonrisa que me hizo viajar al pasado para reencontrarme con algo tan importante como es la ILUSIÓN. Hacerse mayor, madurar y coger las riendas de tu vida tiene muchos inconvenientes. Los que más hecho de menos son la pérdida de la inocencia y la ilusión. Caí en gracia al nene, y mucha culpa de ello la tuvo mi carácter solidario al compartir unos caramelos que cazé al vuelo. Además de ganarme la amistad del pequeño obtuve una sonrisa de agradecimiento de la madre, que me sirvió para descubrir uno de sus mayores virtudes: Una sonrisa de película. Dientes blancos y perfectamente alineados que no hacían más que acrecentar mi interés hacia esa chica. Me fui viniendo arriba y con el ego subido por las nubes cogí el niño al aire para que pudiera ver mejor la carroza del Rey Melchor, que saludaba a los presentes. Ese guiño de subirme a mis fornidos hombros caló en Marta, su madre, que ya no solamente me regalaba miradas complices si no que se animaba con alguna que otra frase de agradecimiento.

 La cabalgata iba llegando a su fin y con ello iba dibujando una mueca triste en el rostro, ya que con el fin del trasiego de los pajes, reyes y tipos bailando una especie de reggaeton (que aún me pregunto que pintaban) se acabaría mi particular cita con Marta, la chica que en media hora había logrado conquistarme. Ibamos abandonando la calle, repleta de gente, y el crio se sintió agobiado. Me lo subí nuevamente a los hombros para que le pegara un poco de aire. Lo cierto es que, sin comerlo ni beberlo, parecíamos una pareja feliz. Como veía al niño cómodo me ofrecí a Marta acompañarla hacia donde fuera, ya que desconocía la zona en la que vivía. Al decirme donde vivía, a unos 500 metros, acepté a ir hasta su casa poniendo a prueba la rocosidad de mi trapecio. Una vez que se fue despejando la rue de transeúntes y el ruido ensordecedor fue dejando paso a un silencio frío propio de principios de enero empezamos a charlar, era nuestra primera toma de contacto y hablamos de cosas habituales: El padre de su hijo la había dejado por otra y llevaba un tiempo en fase “hater” con los hombres. En mis adentros activé la señal de alarma ya que este colectivo de mujeres son las peores. Una mujer resentida con el género masculino es más peligrosa que un Mohamed en un metro con un chaleco de “salchichas”. Pero yo, que soy muy de psicoanalizar a las personas, veía a una chica muy sensible y romántica que se protegía por miedo a ser dañada como lo fue en su día. Teníamos complicidad, no es fácil encajar en una primera conversación y mucho mérito tuve al saber manejar a una chica que se la veía inexperta en este tipo de situaciones. Es importante hacer que una mujer se sienta cómoda. Tan cómoda se sintió que me propuso tomar un chocolate con churros en un bar a pocos metros de su casa.

Casualidades de la vida en ese bar me encontré con mi padre, que debió quedarse algo rallado al verme entrar de la mano con un niño. Fui a la barra y le conté, por encima, la situación y me animó a la conquista. Eso si, me recalcó que una vez follada huyera del lugar, que una madre soltera es peor negocio que invertir en Preferentes. Le guiñé el ojo al tipo que me depósito en el útero y fui a la mesa donde Marta había “pillado sitio”. Continuamos la conversación a la par que degustábamos un chocolate caliente y unos churros que debían ser del 2014. Más duros que mi polla al ver a Cristina Gordoche el día de las Campanadas. Por su parte el crío, con la comisura de los labios llena de chocolate, me contaba lo que esperaba de los Reyes…

 - Una peonza Diamond, una Nintendo Wii, unos patines, un alien (ale hijos de puta a la historia ya no le falta de "na")….
- Pero hombre…. ¡Eso es mucho!
- Ya, pero asi ya tendré para mi cumpleaños y mi mama no tendrá que gastar su dinero. Morí de amor. Por segunda vez tuve la sensación de viajar al pasado y reencontrar sensaciones perdidas con el paso de los años y, probablemente de los daños. Precisamente hoy me ví con un buen amigo, forocochero de pro, con el que comentábamos como fue nuestro primer beso. Ambos coincídiamos en que lo mejor del momento, con mucha diferencia, fue cuando dejamos a las susodichas en el portal de su casa y nos íbamos. Esa ilusión, ese puto subidón y esas ganas locas de encontrarme con mis amigos para relatar como había sido mi primer beso es algo que no creo que experimente jamás. Quizás cuando vea a mi hijo nacer. Quizás no. La mente del adulto está corrompida por malas experiencias que dejan poso. A Marta se le escapaba una sonrisa dulzona al ver como congeniaba con su retoño, seguramente cansada de que los chicos huyeran al ver que es madre.

A mi los niños, no pedo, siempre me han gustado. Me parecen divertidos y muy nobles así como también sacan lo mejor de mi mismo. En un momento dado Marta puso su mano sobre mi mano, una situación un tanto violenta para mi y que me dejó un poco en fuera de juego. Incluso llegué a desarrollar algo de ansiedad (toma spamaco hue hue hue hue comprad cabrones que quiero irme de putas ). Hasta el momento apenas había hablado de mi. Lo cierto es que prefiero escuchar que contar mi vida, especialmente con personas con las que carezco de confianza ya que no he tenido una vida “normal” y acabo omitiendo muchos detalles o miento. Esta vez y, para no ensuciar ese momento, intenté ofrecer veracidad en cada una de mis palabras. Marta lo merecía. Teníamos muchas cosas en común, sobretodo en vivencias desagradables que nos había tocado vivir. Eso une mucho. Tenía la sensación de que estaba con una persona que hacía años que conocía y su compañía me estaba siendo muy satisfactoria, por ello cuando vino el “mesero” para avisarnos que era hora de cerrar me volvió a invadir la sensación de tristeza que ya había sentido horas antes en la cabalgata. Pero en el fondo sabía que seguiríamos charlando en cualquier otro lugar, además su hijo hacía tiempo que insistía a su madre para que fuera a cenar a su casa, aunque ella, por vergüenza supongo, intentaba quitarle la idea al crío. Ya en la calle y a 4 grados centígrados la sensación de bienestar se diluyó. Odio el frío. Media españa envidia el clima de mi ciudad. No saben lo que dicen. El frío húmedo cala en los huesos rápidamente y no hay abrigo que lo solucione. Aunque seguramente gracias a la rasca se adelantaron los acontecimientos y ella, visiblemente nerviosa, me propuso cenar en su casa ante los chillidos de alegría de Genaro, nombre ficticio en homenaje a un amigo de mi padre. Genaro, el real, era tan buen hombre como gañán. Siempre con un palillo en la boca, una boina que tapaba su calvorota y un lenguaje básico y simple como el de un agricultor sin ambiciones. Cuando era adolescente, más bien un crío, me contaba sus experiencias con mujeres. Como se las ligaba o como le rodeaban para tocarle la polla. Más adelante entendí la razón de su éxito: Solo iba a burdeles. Pero el era feliz montándose sus películas y a mi me gustaba la pasión que le imprimía a esas historias carentes de veracidad y credibilidad.

La casa de Marta era pequeña y coqueta. Tenía pocos muebles para dar sensación de amplitud, una pecera insertada en la pared y un sofá de piel como joya de la corona del salón, que comunicaba a la cocina. Genaro iba sacándome todos sus juguetes a modo de bienvenida mientras Tomy, el perro, me husmeaba los zapatos y el pantalón. Marta estaba en la cocina preparando una tabla de queso, jamón y demás manjares que probablemente le habían caído en la cesta de navidad, en la empresa donde ejercía la labor de Administrativa y contable. Apenas se demoró unos minutos y se presentó en el salón con dos platos, de diseño como no podía ser de otra manera, y un par de copas de Ribera de Duero regulero junto con un zumo de piña para Genaro. La cena estuvo bien. Entretenida. Risas con un programa de TV que veíamos y que no mencionaré para no hacer SPAM, Tomy reclamando trozos de queso que le daba de extraperlo con el fin de ganarme al hombre de la casa y Marta, que con la carita roja fruto del consumo del vino, estaba radiante. El vino, In vino veritas, iba soltando a Marta, que cada vez se mostraba más cariñosa y cercana conmigo, incluso apoyaba la cabeza sobre mis castigados hombros y me daba golpecitos suaves cada vez que decía algunas de mis tonterias, como cuando le dije a Genaro que había que dejar agua para los camellos del Rey. Cuando preparaba un cuenco con agua añadía que también agradecerían un poco de lechuga y así sucesivamente hasta que llené el comedor de cuencos de bebida y comida ante la mezcla de risa y enfado de Marta. A Genaro le entró el sueño y su madre lo llevó a la cama. En ese momento me despedí de Marta, no quería ser molestia o quedarnos “solos” si no quería, supongo que le pasaba la patata caliente y su:
 “No, no… Quédate un rato más” me supo a gloria.

Me dijo que me esperara un poco mientras ella acostaba a Genarín o Genarito, como Ud quieran. La espera se me hizo amena porque Tomy se me subió encima aprovechando que su dueña no estaba (le tiene prohibido subido al sofá) y yo, que tengo mis rarezas, le hacía peinados raros (la cresta, pinchos, la raya a un lado, etc…) y también le tocaba, literalmente, los cojones. Tengo una extraña mania de relajarme al tocar los testículos de un perro. Supongo que es algo homo o zoofi, pero son mis putas costumbres. Además el perro, un border collie, gastaba unas buenas bolas. Yo no se vosotros pero a mi me gustan grandes. Llegó Marta y…..rápidamente buscó el calor de mi cuerpo sentándose junto a mi. Tommy, por su parte, estaba en la alfombra sin perder detalle de mi, moviendo la cola cada vez que le dedicaba mi atención y es que ese can y yo habíamos congeniado e intimado a partes iguales.

 - Eyyy.. ¡Haces más caso al perro que a mi!

Reconozco que era verdad, llevo un poco mal que las mujeres se “suelten” tanto al beber un par de copas de vino. Pienso que se hacen las ebrias para sacar su versión guarrona, es decir que como ya han bebido “Jijiji” pueden desmelenarse. Pero esto no es así. No busquéis la aceptación.

Marta puso sus piernas sobre las mias mientras yo apoyaba las manos sobre sus rodillas, que se escondían bajo unos leggins de tacto suave.Como estaba ligeramente tumbada el vestido se le iba subiendo y disfrutaba al ver como se le marcaba el muslo en esa prenda apretada. Los leggins son un arma de doble filo, tan geniales en algunos cuerpos y tan vomitivos en otros. Las tiendas tendrían que establecer un control a la hora de comprar esta prenda. ¿Verdad?.

Marta y servidor seguíamos charlando de todo tipo de temas de la actualidad mientras aprovechar para deslizar el dedo desde su rodilla hasta su tobillo pasando por los gemelos. ¿Sabéis que tengo un hermano gemelo? El si que es un buen troll.

 - Sabes Marta, hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien con alguien.
- A mi me pasa lo mismo. Hace unas horas que nos hemos conocido pero me siento muy cómoda a tu lado, sé que puedo contarte cualquier cosa y que me vas a comprender.

Las desgracias unen mucho. En mi caso tengo la particularidad de hacer humor negro con mis propias desgracias. Dejé de acariciar la pierna de Marta y ella me puso mi mano nuevamente sobre su pierna, esta vez unos centímetros por encima de su rodilla por lo que mis caricias tomaron dirección a sus muslos. A pesar de que la situación estaba empezando a tomar una dirección claramente sexual continuabamos charlando, mencionando como no podía ser de otra manera a Pablete Iglesias y al pequeño Nicolás. Uno de los momentos claves fue cuando perdí los dedos por debajo del vestido, ampliando el margen de movimientos y que me daba acceso a sus zonas más calientes. Fui subiendo por la cara externa del muslo hasta llegar a su cadera. Por primera vez estaba entrando en contacto directo con su delicada, suave y tersa piel. Sabía que le gustaba mi destreza con mis falanges (GIBRALTAR ESPAÑOL) y me lo hacia saber con su respiración entrecortada y sus miradas que alternaban timidez y deseo. La mecha ya estaba encendida, especialmente cuando ella se levantó para apagar la potente luz halógena del salón, proponiendo un clima mucho más cálido e íntimo a la luz del reflejo de su LED de 42 pulgadas.

Dimos la bienvenida a ese nuevo ambiente con un beso, juntamos nuestros labios como si de una película se tratara y activamos el modo cámara lenta para disfrutar ese momento. Me encantaba sentir el calor y color de sus labios carnosos y llenos de vida, que poco a poco fueron abriéndose para descubrir los placeres que se escondían en su interior. Una lengua juguetona y húmeda que desafiaba a la mia con todo tipo de movimientos que despertaban la excitación de nuestros cuerpos, que poco a poco se iban buscando… Cuando sentí su pubis sobre mi entrepierna note como exclamaba un gemido suave y delicado que hacía eco dentro de mi boca, que seguía inmersa en una excitante batalla con su lengua viperina. La cogí de la cintura para sentirla cerca de mi y, poco a poco, iba sintiendo como era ella la que buscaba el contacto con mi herramienta, que esperaba ansiosa su momento de entrar en escena…..

 Estábamos completamente excitados aunque retárdabamos, en la medida que fuera posible, dejarnos llevar por nuestros instintos más primarios. A diferencia de otras veces, disfrutaba con los preliminares que no hacían más que acrecentar mis deseos de penetrarla y unirme carnalmente a ella. Cada vez sentía más y mejor su pubis, ahora ya no se cortaba con sus gemidos que iban “in crescendo”… Aproveché el momento para perder mi mano en el interior de sus leggings, esquivando su culotte negro para llegar rápidamente al Monte de Venus, que no solamente estaba completamente depilado si no que era suave. Cuando contacté con su clítoris noté como se estremecía de placer, ese botoncito de la felicidad donde se concentran numerosas terminaciones nerviosas relacionadas con el placer. Mientras jugaba con su clítoris fui deslizando uno de mis dedos hábiles para encontrarme con vagina, que yacía completamente húmeda y deseosa de ser penetrada. Dediqué unos segundos a la entrada de la cueva pero mi dedo fue prácticamente succionado por ese recoveco ideado única y exclusivamente para el disfrute.

Al tacto, tenía una vagina perfecta. Bien lubricada pero sin que aquello fueran las cataratas de Iguazu. Caliente pero sin ser un horno pirolítico y extremadamente suave como si de un melocotón se tratara. Marta ya estaba fuera de si y atacó a mi entrepierna, desabrochando con poca gracia y algo de ansiedad mi bragueta encontrándose mi mástil que salió disaparado como una de esas máquinas de fotos de los 90. La sujetó fuertemente y empezó a deslizar la piel para descubrir mi glande que, por suerte, no estaba cubierto por una capa de esmegma como alguna vez me había pasado. Agachó la cabeza para besar mi glande y fue pasando la lengua por la zona de forma delicada, un detalle que agradecí ya que he dado con chicas que creen más bastas que un bocadillo de tornillos. Me hubiera gustado llevarme a la boca ese delicioso coño, pero la excitación nos jugó una mala pasada y después de la tradicional mamada de respeto sacó un preservativo y montó sobre mi miembro. Aún me acuerdo como vi desaparecer mi polla entre sus piernas, también recuerdo su cara en ese momento, un híbrido entre placer, morbo, deseo y algo de dolor debido a mi naturaleza de rabo anchote.

La sujeté de la cintura y la ayudaba a encontrar un ritmo adecuado para el vaivén de nuestros miembros, dedicando parte de mi atención a disfrutar del movimiento de sus tetas, redondas y consistentes, que también eran partícipes de esa batalla sexual y que se manifestaban con pequeños botes hacia distintas direcciones dependiendo de la intensidad de la embestida. Estábamos haciendo bastante ruido y me alertó de ello, ya he comentado que la casa de Marta era bastante pequeño y a pocos metros teníamos a Genarito, que probablemente soñaría con cosas bonitas sin ser consciente de que un servidor estaba montando a su madre, precisamente por el conducto donde el bueno de Genarito se deslizó hará un lustro para salir al exterior.

Cambiamos de posición, esta vez ella abrió sus piernas para que yo fuera el que llevara la voz cantante y no desaproché la ocasión para dispensarle ráfagas de carne prieta y dura con la banda sonora de mis huevos chocando contra su culo. Parece que ese curioso ruido, símbolo de la victoria, llamó la atención de Tommy, que abandonó su trono para acercarse y noté como me oloraba la retaguardia y sentía su respiración llegando hasta mis cojones. Lo retiré de la zona por miedo a que me mordiera las pelotas y seguí con lo mio, disfrutando de la estrechez y suavidad del conejo de Marta, que me brindó un orgasmo en mi oreja. Ese sonido fue demasiado para mi y cuando noté que fue acabando desenfundé para vertirle el semen en su barriguita….

Permanecimos abrazados un buen rato y cuando vi que se le cerraban los ojos me despedí de ella con un suave beso en la boca, no sin antes acordar vernos al día siguiente. Sin embargo por la mañana recibí un mensaje suyo, que decía lo siguiente:





Quizás ese mensaje ha sido lo mejor que pudo pasar. Me quedo con una noche perfecta, idílica y con la sensación de que cualquier día podemos recuperar la sensación de que no sobrevivimos si no que también vivimos. Echaré de menos la sonrisa de Marta, su piel suave, sus tetas redondas, su mirada dulce, su pelo pantene, su forma de caminar, sus besos delicados, como movía sus manos al explicarse... También añoraré a Genarín. Su particular gracejo. Su inocente forma de ver la vida, su facilidad para ilusionarse. También extrañaré a Tommy y sus pelotas peludas y redonditas. FIN.

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